Una aventura maravillosa!!
Aquel día, el cielo se adornaba con unos vellones de lana que parecían nubes. En el bosque las agujas de los pinos tricotaban el jersey de la felicidad recién lavada, tendida al sol en el tendedero infantil de la fantasía, en un mágico claro donde el viento se detenía y se congregaban los sonidos para cantar su himno glorioso al que sólo podían acceder desde la candidez infantil de la naturaleza. Todos los niños y todas las niñas la tienen, porque la niñez es el estado puro donde la ecología brilla y late sin ninguna contaminación.
El bosque se llamaba Balaliyuh; el claro, Cruz del Ponce.
Unas mesas de madera invitaban a sentarse para disfrutar de una comida compartida, un descanso para esforzados ciclistas o pensativos paseantes. También para la contemplación de la naturaleza con su encanto de olivos, encinas y grandes pinos, siempre para aprovechar la oportunidad de paladear la saludable medicina del sosiego del bosque.
Aquel día soleado con múltiples fantasías de ovejas infantiles, un grupo de amigos se había reunido con sus hijas e hijos para disfrutar de una humana convivencia de amistad y magia. Entre las diez rectangulares mesas sobresalía por sus dimensiones una grande central en donde podían compartir palabras, juegos y comida más de veinte personas. A ella le añadieron algunas adaptadas para los pequeños amigos y amigas con sus correspondientes sillas. Eran cinco parejas y once los niños y niñas que amorosamente ayudaban al bosque a colorear la magia del tiempo. Llegaron a las doce y media. Mayo estaba mediado y los ecos de la romería del Rocío ya exploraban caminos y veredas, hermandades y bueyes, carretas y faldas rocieras.
De entre aquellas once miradas desinteresadamente infantiles, seis cursaban el mismo nivel educativo de la etapa de Infantil de cuatro años, aunque repartidos en los dos colegios públicos de la localidad de Bollullos de la Mitación. Uno de ellos, Fabio, le dijo un secreto de aventuras a Javier y a Athenea; Lola, Ada y Juan Manuel se unieron para escuchar aquellas palabras. Sí, era un secreto porque secreta es toda magia, y aventurero, porque todo juego infantil implica una gran dosis de fantasía, que es donde el color se vuelve magia. Como todo en la infancia es movimiento y energía, aquel secreto era jugar al escondite entre los árboles. Aceptaron con entusiasmo y enseguida comenzó la acción. El primero en quedar, Javier. Terminarían cuando la ronda de la quedada se hubiese completado.
Comienza el juego y una aventura más en el bosque.
Empezaron y, como niños, se alejaron un poco dentro del bosque; luego quedó Fabio, que encontró a Lola enseguida y ambos buscaron a Juan Manuel, el cual se había escondido detrás de un chaparro porfiando en alta voz, seguro de estar invisiblemente oculto:
—Eh, eh, a que no me encontráis, anda, anda…. ¡No me encontráis!
Avanzaron unos metros y escucharon una enigmática canción que parecía salir del viento al rozar las hojas de una encina. Se callaron. Llegaron Ada, Athenea y Javier y se sumaron al gran silencio que se agolpó entre el resto de la arboleda. Escucharon con los ojos agrandados por lo misterioso de aquel canto. Cantaban unos gorriones posados en una encina. Al principio no entendieron bien, pero pasados unos segundos la melodía se fua aclarando. Sí, al fin entendieron las palabras del canto: 🎶 “La araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas; la araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas…” 🎶
Atrapados por el embrujo de la canción sobrepasaron aquella encina para comprobar de dónde procedía aquel armónico canto. El canto continuaba, pero en este momento parecía venir de la siguiente encina, y así sucesivamente. Inconscientes, no se dieron cuenta que se estaban alejando más de lo debido y podían perderse.
En la rama de un olivo, apareció el mochuelo Flequillo para pedir ayuda.
—Uh-Uh —dijo un búho con suavidad para no asustar a aquellos seis amiguitos.
Se alarmaron un poco al principio, pero cuando el mochuelo Flequillo se posó al lado del búho quedaron tranquilos y muy confiados.
Como saludo, volvió a repetir con timbre delicado el “uh-uh”; su vecino el mochuelo Flequillo confirmó que eran amigos con un “miau-miau” firme.
Lola dijo:
—-Hola, ¿tú quién eres?
—Miau, miau, soy Flequillo, el mochuelo más rápido de este bosque.
—Uh, uh; yo, el búho Flautón.
Ada le preguntó:
—¿Y qué quieres? ¿Tienes hambre?
Entonces Flequillo les explicó que el zorro Charamusco le había robado la comida a la ardilla Clotilde y unos cachorritos a la liebre Orejitas. Estaba muy preocupado porque temía que se comiese todo, porque los zorros, cuando tienen crías, se vuelven muy glotones, avaraciosos y muy astutos.
Nuestra protagonista!!
Y fue en aquel momento cuando apareció una araña de muchos colores que parecía llevar una corona de reina. Se llamaba la Araña Pía. Era el ser más importante y prestigioso de aquel bosque llamado Balaliyuh, pues tejía entre las ramas y plantas unas telas que eran obras de arte, sobre todo a contraluz, después del rocío o de la lluvia cuando las gotitas de agua quedaban colgando como si fuesen tiernas lágrimas de ingenuidad. Esta araña Pía les pidió a los niños que le ayudaran a trasladarse a una mancha de pinos para tejer una gran tela resistente y así capturar a Charamusco, pues todos los animales del bosque sabían que iba allí a beber, a un pequeño manantial, justo al lado.
Ada y Athenea le dijeron a Pía:
—Tenemos una cajita, te meteremos dentro y te llevaremos a donde quieras. —Qué bien,... miau, miau —contestó el mochuelo Flequillo-. Yo os guiaré volando delante.
Todos aplaudieron.
—Chisst, chisst —comentó el mochuelo llevándose un ala al pico.
Fue en aquel preciso instante cuando apareció la hormiga Celestina, que quería enterarse de todo y era un poco alcahueta, pues llevaba de un lado a otro del bosque todas las noticias y habladurías del campo. Como hormiga, conocía muy bien todos los caminitos y senderos de la naturaleza, ya que con su hormiguero iba y venía por ellos para transportar la comida que almacenaba para el invierno. Así que los seis niños, la araña Pía, la hormiga Celestina, la ardilla Clotilde y el mochuelo Flequillo y la liebre Orejitas, que había aparecido sin que nadie se diera cuenta entre ellos, iniciaron el camino hacia aquella mancha de bosque donde Charamusco iba a beber. Nadie se daba cuente de lo que se estaban alejando del lugar de sus papás, en el claro llamado Cruz del Ponce. Claro que, también ellos, tan animados en sus charlas y risas, tampoco se percataban de dónde estaban sus criaturas.
Tengo un poco de miedo —aseguró uno de aquellos niños.
Pero la ardilla Clotilde les aseguró:
—Con nosotros nunca os perderéis, somo los conocedores del bosque. Nunca nos perdemos. Luego os llevaremos con vuestras mamás y vuestros papás, sanos y salvos.
Todos quedaron muy convencidos. Porque, ¿con quién iban a estar mejor que con los animales de aquel bosque? Además, ya se habían hecho amigos.
Mientras avanzaban entre los árboles, los nuevos amigos animales les enseñaron la mágica canción que habían escuchado con gran sorpresa al principio. Esa canción no era otra cosa que el himno de aquel lugar, cuyos animales y flores le otorgaban un encanto con tanta magia que hasta los animales hablaban. Aquel himno era como una llave secreta para entrar en la verdadera vida de Balaliyuh, el bosque animado y luminoso.
Todos y todas terminaron cantando durante la marcha, como si fueran un grupo de infantería marcando el paso:
🎶“La araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas; las araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas…" 🎶
Nuestros Aventureros y sus nuevos amiguitos llegan a la Juliana!!
Al llegar a una gran casona, que la gente de Bollullos llama La Juliana, vieron en lo alto de una antigua torreta de luz a una cigüeña, que al notar su presencia comenzó a crotorar; era para expresar la alegría al ver juntos al grupito de niños de 4 años y los otros animales con los que tanto le gustaba conversar.
—Calla, calla, cigüeña Castañuela, que vas a espantar a Charamusco.
La araña Pía, que era la más amiga de Castañuela, se los presentó:
—Esta es Lola, esta Atenea, este Fabio, Ada, Javier y Juan Manuel. —Ta-ta-ta-ta-ta, ¡qué niños tan bonitos!
—Calla, calla —volvió a mandar la ardilla Clotilde.
Athenea dijo:
—Buscamos al zorro Charamusco porque le ha robado la comida a nuestras mamás y a nuestros papás.
Lola comentó:
— Vamos a ver si lo pillamos antes de que se coma a los gazapillos de la liebre Orejitas. — Ya lo veo, ya lo veo —dijo muy bajito la cigüeña. Viene por el camino de Benajiar.
Fabio se subió encima de una piedra y propuso:
—Aquí haremos la tela, araña Pía, y cuando pase Charamusco lo hacemos prisionero.
Los demás dijeron: “Sí, sí, sí”.
Ada comentó muy bajito:
—Araña Pía, araña Pía, teje tu gran red desde esa piedra que ha dicho Fabio hasta este pino. Rápido, rápido, que ya llega.
La captura del Zorro Charamusco!!
Y así fue como atraparon al zorro Charamusco, que traía a los gazapillos para devolvérselos a la libre Orejitas. Con la comida de los papás, les había dado de comer y ahora los traía para que bebieran también con los suyos, todos juntitos.
El zorro Charamusco no era tan malo. Era un animal más del bosque y tenía también que alimentar a sus cachorritos. Por eso quitaba la comida a los humanos sin tener que matar a otros animales..., aunque a veces no le quedaba más remedio. Era la ley de la Naturaleza
—Además yo no te he robado tus crías, Orejitas. Han sido unos muchachos grandes que pasaban por la cama que hiciste para criarlos. Yo se los he robado a ellos y ahora te los traigo a ti, para que veas que no soy tan malo. ¡Ya tenía la comida de los humanos!
—¡¡Bien!! — exclamó todo el grupo
Locos de alegría, todos comenzaron a cantar el himno del bosque:
🎶 “La araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas; la araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas…” 🎶
El mochuelo Flequillo siguió cantando otra parte nueva de la canción, que no habían escuchado, entonando un solo:
🎶 “Con la primera boquita teje la tela; con la segunda come sus comiditas; y con la tercera llena de besos a sus coleguitas…” 🎶
Aquella voz solitaria gustó tanto a todos que comenzaron a aplaudir. También Charamusco, que con su explicación convenció a los niños de que cada animal del bosque tiene que seguir viviendo y que la naturaleza era así: todos hacían falta a todos para que hubiera armonía y equilibrio y ninguna especie se extinguiera.
El zorro de repente se asustó mucho al mirar al cielo pues vio al águila Roberta, con la que se llevaba muy mal. Roberta había escuchado los comentarios de los robos y muertes y venía a conocer la verdad; no era como la hormiga Celestina que se creía todo para luego aumentarlo mientras lo contaba a su manera. Cuando el águila comprobó que Charamusco era un zorro comprensivo y especial, hizo las paces con él. Como todo fue alegría al final, decidieron regresar con sus padres que ya estaban preocupados, llamando por sus nombres a los seis amigos:
—¡Athenea!, ¡Fabio!, ¡Lola!, ¡Javier!, ¡Juan Manuel!, ¡Ada!... —escucharon gritar desde el otro lado del bosque. El águila expandió con su graznido un comunicado de tranquilidad para que no se preocuparan, que todos estaban bien; pero, claro, como los adultos no tienen magia ni en sus ojos ni en sus oídos, no comprendieron aquel mensaje.
El mochuelo los guio y se reencontraron son sus papás y mamás. Cuando los vieron tan contentos, se calmaron y como siempre les dijeron: “Tened cuidado, que os podéis perder entre los árboles”. Los seis miraron hacia una espesa mancha de pinos y encinas donde se habían ocultado sus amigos los animales de aquel bosque, y escucharon aquella canción tan mágica. Y comenzaron a entonarla. La cantaron tan bien y tan a la vez, que los adultos no pudieron por menos de preguntarles, muy extrañados:
— ¿Donde la habéis aprendido? ¿En el cole? ¿Que maestro os la ha enseñado?
Los niños siguieron cantando hasta finalizar aquel himno, mirándose cómplices. Ningún adulto logró oír que, también desde el bosque, una coral de voces silvestres entonaba aquella melodía maravillosa.
El reencuentro con los adultos!!
Cuando retornaron al claro Cruz del Ponce, alrededor de la gran mesa de madera, un eco de flores y gargantas virginales seguía cantando:
🎶 “La araña Pía, la araña Pía, que tiene nueve patas y tres boquitas…” 🎶
Los niños no dejaban de sonreír con su secreto en el corazón, sabiamente infantil y limpiamente imaginativo.
Los adultos, un poco alarmados, preguntaron casi a la vez:
—A ver, ¿podéis decirnos a qué vienen esas risitas?
La Biblia del bosque Balaliyuh continuó con su ecológico y cerrado lenguaje, dispuesta a enseñar lo verdaderamente auténtico y natural a toda gente que respetuosamente quisiera tener ojos y oídos inocentemente infantiles.
FIN.